martes, 12 de junio de 2012



Mirar hacia atrás nos convierte en estatuas de sal. Hace poco recibí el golpe más brutal: la muerte de uno de mis hijos. Por lo demás, ningún tiempo pasado fue mejor. Huyo del resentimiento como del demonio. Aunque la historia sea mi pasión intelectual, y la memoria (Hegel dixit) la forma superior de la substancia, nuestra vida particular está para vivirla, no para consentirnos nostalgias. Aceptemos estoicamente su canibalismo, el hecho de no poder alimentarse sino de ella misma. Para compensar ese cuanto de truculencia inventó el amor y su denuedo.

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