lunes, 30 de agosto de 2010

Es hora de recapitular

Odie y desprecie mi vida. Me compadecí de la manera más cómoda. Fui un cobarde por no afrontar los hechos y escapar de ellos, retardando así la solución a los problemas. A cambio de un profundo dolor pude dar un giro a mi vida. El sufrimiento y la curiosidad intelectual han sido mis únicas constantes. No volvería a vivir ni los momentos buenos ni los malos, muy intensos, por nada del mundo. Acepto a duras penas la vida con la condición de que cuando acabe lo haga para siempre y así lo corrobora la ciencia. Me soporto gracias a los demás y a las pastillas que me recetó el psiquiatra, hombre al que le estoy profundamente agradecido. Por eso prefiero estar trabajando a estar sin hacer nada, porque no quiero pensar. Me quedan muy pocas ilusiones pero inocuas y saber que soy uno más del montón me libera de una responsabilidad para la que no estoy capacitado. Tarde, muy tarde, acepté mis limitaciones. No sé qué es lo que hace que un adolescente tenga unas expectativas y no otras, pero lo cierto es que las mías fueron tan desorbitadas que el desengaño, brutal y desmesurado, marcó para siempre mi vida. Siempre que puedo eludo la pregunta del sentido de la vida porque saber que no lo tiene es insoportable. En esos momentos de vacío sólo me queda esperar y confiar en las pastillas, en su efecto en mi cerebro. No quiero morir pero cuando me toque hacerlo sentiré un gran alivio. Que otros prolonguen la especie con más provecho que yo.


Bebiendo al claro de luna sobre las ruinas (título de un libro de poemas de José María Álvarez)

El homo sapiens sapiens genera más dolor del que soporta y aporta menos piedad de la que necesita. Además, la cantidad de estupidez que atesora como especie supera con mucho a la de inteligencia.
Por otra parte nunca en la historia un número tan grande de personas ha vivido con un desahogo tan grande. Incluso la vida de los paupérrimos es igual o mejor que antes, pero no peor.
Se echa en falta la irrupción real de las máquinas en la solución de los conflictos humanos como prótesis correctora de nuestros defectos congénitos. En ese sentido hemos nacido a destiempo.

domingo, 29 de agosto de 2010

De profundis

En qué momento mi relación con el resto de las cosas se volvió incómoda, desagradable. No tengo respuesta.

martes, 24 de agosto de 2010

Michel de Montaigne

Así, lector, soy yo mismo la materia de mi libro... de mi blog, tendría que decir yo, 415 años después.

Barajé varias teorías sobre mi necesidad de escribir. Falsas por idealistas. Ni la vida se justifica mediante frases perfectas ni se encuentra salvación escribiendo. A uno le gusta expresarse de vez en cuando. Aunque lo que de verdad le gustaría es que le pagasen por hacerlo.

(Entrada revisada el 17/2/11. 
Lo sustancial es correcto: la distorsión de la realidad a la que me llevó mi idealismo primigenio, pero hay cierta impostura en esta primera entrada que quiero aclarar: escribo para suplir aquello que me falta: la ilusión por vivir. No es cierto, por lo tanto, el toque de desenfado introducido. Otra cosa es que la experiencia me haya hecho ver que me conviene no tomarme muy en serio las cosas bajo peligro de enfoncement.)